jueves, 14 de marzo de 2013

Guardada en San Martín de los Andes

Al saber que tendría que hacer un viaje relámpago a Buenos Aires, cual espíritu maligno, me poseyó la ansiedad. De pronto tenía que decidir como barajar las cartas y volver a tirarlas. La idea de ir de sur a norte ya quedaba quebrada al medio. No importa, no tengo por qué seguir un orden. Nada venía siendo tan planeado.
Luego de dos días de pensar mucho, decidí avanzar hasta llegar a San Martín de los Andes, la ciudad de la que tantos elogios he escuchado.
Estuve apenas un día en Villa la Angostura que me pareció muy bella y luego a través de los siete lagos llegué.
 
La vista de San Martin de los Andes desde la Reserva Mapuche
 
Como ya es temporada baja, ya no se puede hacer en micro ninguno de los paseos. Como llegué de tarde, me fui a caminar a la reserva mapuche desde donde hay un mirador. Desde allí se aprecia el lago Lacar y la ciudad. Me gustó sentir que luego de haber hecho tantas caminatas, los ascensos me resultaban cada vez menos exigidos.
Al llegar arriba la vista es hermosa. Justo se nubló y el paisaje se tiñó de un color plateado brillante. El agua parecía plata líquida. Comenzó a hacer mucho frío. Me resistí a volver tan rápido.

Desde el mirador
 
Un perro negro vino a hacerme compañía. Caminamos un poco juntos y luego se fue. Pensé que en busca de otros caminantes.
El viento helaba y ganó el frío a mi deseo de permanecer. Mientras bajo escucho pasos locamente apresurados, como si corriera un caballo. Me sobresalto al ver que era una liebre que huía, tratando con cada paso de salvar su vida de dos perros negros que la perseguían sin darle tregua. Uno de ellos era el que me visitara minutos atrás en el mirador.
Pensé en lo intenso de la escena. Presencié un ser vivo luchando por su vida. Minutos después apareció el perro con la liebre muerta en su boca, exibiéndomela como si fuera un trofeo o un regalo del que estaba orgulloso. Al ver mi expresión de tristeza fue a mostrársela a un grupo de chicos que estaban cerca y recibió la misma respuesta: exclamaciones de pena.
Sé que es parte de la naturaleza. Que un animal se come a otro. Sin embargo, quedé impactada. Si alguna vez tengo un perro, le voy a enseñar a no matar.
Luego volví al hostel y creo que el frío me hizo mal. Comencé a sentir los síntomas que anuncian la gripe. Entonces mi día en San Martín de los Andes fue visitando cafés, restaurantes, librerías, escribiendo en el blog, bien abrigada y descansando.
A la noche tuve la alegría de encontrarme con Diego, un querido alumno de Buenos Aires, que justo estaba de vacaciones por la zona. Tomamos un rico chocolate caliente, charlamos lindo y nos despedimos en la terminal de omnibus.
Fue cortito mi pasaje por esta ciudad, pero cuando vuelva el calor retornaré a visitar el volcán Lanin, lagos y montañas que me faltaron.
Próximo destino: el aeropuerto de Neuquen.

Rico desayuno con el aroma de los chocolates en Abuela Goye

Un cartel simpático

1 comentario:

  1. Que hermoso fue encontrarte en San Martín. Otro regalito que me hizo la Patagonia.

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