viernes, 8 de marzo de 2013

Perdida en la montaña

Pocas veces sentí lo que viví al llegar a Epuyen. Visiblemente no es tan distinto a otros lugares del sur donde hay montañas y lago. Sin embargo, algo de lo que hay en el lugar pero no se ve a simple vista es lo que me enamoró. Fue como si la tierra me diera un cálido abrazo de bienvenida y me llené de ganas de permanecer allí mucho tiempo.

Lago Epuyen
 
Una escultura que me impactó, en el centro cultural
 

 
Uno de los días fui al lago que lleva el mismo nombre del pueblo. Desde allí salen varios senderos y tomé el que lleva a la Bahía las Parcas. Lo elegí por ser de larga duración. Al caminar me voy vinculando con el lugar de forma más directa y quería tener una larga charla con el cielo, las montañas, los árboles, el viento.
Me acompañó Perrito. Así se llama el can aventurero que me siguió. Llegar a la Bahía fue fácil y tenía tiempo de sobra para disfrutar de la imponencia de ese paisaje para mí sola. Era maravilloso. No había nadie más que Perrito y yo.

Él es Perrito
 
Me acosté sobre las rocas, sentí el calor del sol, la frescura del viento, el sonido de las suaves olas sobre la orilla. Hasta creo que por unos instantes me dormí. La sensación era embriagadora.
Rondando las 15.30hs emprendí el regreso, ya que en la seccional de Guardaparques había avisado que mi horario máximo para volver sería a las 19hs. Salí con tiempo para sacar fotos y detenerme por momentos donde quisiera.
Todo transcurrió con la más clara normalidad hasta que crucé el arroyo y no había ninguna marca sobre dónde estaba el camino de regreso. En ese instante recordé que a la ida hubo un tramo largo sin esas fechas, pero el sonido del agua te indicaba para donde seguir. Mi inexperiencia en la montaña no me permitió prever que eso podría ser una complicación al volver.
Empecé la búsqueda del camino de regreso. Descubrí como la montaña se va cerrando. Fui y volví incontables veces desde el arroyo hacia distintas líneas por donde suponía que encontraría el camino hasta encontrarme con paredes de rosas mosquetas, matorrales, troncos de árboles quemados en algún incendio pretérito. Con la esperanza de encontrar alguna marca más adelante, sobrepasé esos obstáculos, a pesar de los raspones que me iban marcando la piel.

La rosa mosqueta, la mayor responsable de mis raspones
En un momento salí a otra parte del lago y pensé en ir por la orilla hasta llegar al punto de partida. Pero luego de caminar una hora y ver que nada similar a algún establecimiento humano aparecía, me di cuenta que eso me llevaría mucho más tiempo.
Pasaron tres horas y nada. Ninguna señal de estar acercándome a mi propósito.
Pensé en qué sería lo más sensato para hacer. Si me iban a buscar, irían primero por la senda marcada, por lo que lo más lógico era volver a la última señal que tenía localizada y esperar ahí. Me quedaban unas galletitas y una manzana y si me tocaba pasar la noche ahí abrazaría a Perrito para que me diera calor. Así lo había decidido. 
Sentía mi cuerpo cada vez más cansado y el sol estaba cada vez más cerca de ocultarse tras la montaña, por lo que tenía cada vez menos tiempo para resolver mi autorescate.
Mientras caminaba por el lago gritaba "Hay alguien ahí?", "Ayuda por favor". Pero no hubo respuesta. Mi boca y mi garganta estaban cada vez más secas. Por suerte tengo mucha agua para tomar, pensé, con cierto sentido del humor.
Me mantuve activa y me motivaba a seguir. Pensaba en lo loco que era saber que el camino que tengo que tomar está, porque ya lo había transitado, pero no poder ubicarlo nuevamente.
Me dije que esta experiencia sería para aprender y decidí disfrutarla. Pensé que no tenía miedo, pero cuando me saqué una foto para retratar el momento, veo que sí, solo que en mi caso esta emoción no me paralizó ni me nubló.
Ponía cara de miedo para la foto sin saber que ya la tenía!
 
Finalmente volví a la Bahía de las Parcas, encontré el primer cartel, seguí nuevamente las señales hasta el arroyo, lo crucé por quinta vez y recargué una dosis de paciencia extrema. Ya eran las 19.40hs. Sentía la cintura cansada de haber caminado tanto. Sentí que lo había intentado todo. Al menos todo lo que estuvo a mi alcance. En ese momento pensé. No, mejor dicho dije, pero sin pronunciar palabra "me entrego a la montaña". Sobrevino una sensación de vértigo, porque la montaña tiene su propia lógica y no sabía qué podía suceder. De todos modos no tenía muchas más opciones. 
Mis pies empezaron a caminar mucho más lento, un paso sucedía al otro sin el comando de mi mente. Luego de andar así varios metros, levanto la vista y ¡Una marca! Había encontrado el sendero.

Una flecha linda del camino
 
Por primera vez en mi vida corrí sin pensar en el cansancio, ni en el aire, ni en la posibilidad de tropezarme. Me quedaban minutos de sol y sólo pensaba en que quería pasar la noche en la cama calentita del hostel.
El atardecer en esa montaña fue de los más bellos del viaje
 
El recorrido de tres horas y media lo hice en una hora y veinte minutos. Llegué a las 21hs a Guardaparques que ya estaban enviando un operativo para buscarme.
Me sentí cansada pero contenta de haber podido resolverlo, de haber vencido el miedo, de sentir profundamente el instinto de supervivencia y esa fuerza hermosa que me aferra a la vida.
Ahora sé que en el camino tengo que ir dejando mis propias marcas, que cada tanto tengo que ir mirando hacia atrás, porque al volver el paisaje es diferente, y confiar.
Cuando llegué, Rocío, la dueña del Hostel donde me quedé me contó. Para los que viven en Epuyen, cuando te perdés en la montaña es como si el lugar te bautizara. "Ya fuiste bautizada por la montaña" me dijo. Yo sonreí. En el lugar donde sentí un intenso deseo de quedarme, fui puesta a prueba.
 
El Hostel Lemuria

4 comentarios:

  1. No sé si poner "Que lindo", pero... Que LINDO!!
    !

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  2. Fue una muy buena experiencia! :) Gracias Nati!

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  3. Genial Gaby, un puesta a prueba!! Esa es mi instructora. Como quedo Perrito??soy Silvana usando la cuenta de mi pareja.

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    Respuestas
    1. Perrito estaba feliz! Cuando llegamos, los artesanos del Centro Cultural lo llamaron para darle un rico plato de comida. Lo pasó bomba! La verdad, un gran compañero!

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