viernes, 28 de diciembre de 2012

San Miguel de Tucumán, donde hasta el sol se derrite!

La ciudad me generó una gran cantidad de emociones y sensaciones. Fue el punto de partida y de retorno de mi odisea por el noroeste argentino y también pasé en la mitad del viaje.
La llegada fue un encontronazo. Salí de Buenos Aires buscando naturaleza y me encontré con una sucursal de la metrópolis, con mucho más calor, muchedumbre y mucho bochinche. Parecía que los edificios transpiraban gente. Luego me explicaron: es la ciudad del país con mayor densidad de población.
Me perdí entre las calles buscando comprender un poco su arquitectura, el movimiento. Debo reconocer que quedé aturdida y agotada. El calor es sofocante.



Lo más lindo de mi primera visita fue el llamado de mi amigo del alma, Valentín, que me fue guiando hasta encontrar la casa donde vivió durante su infancia y que ahora es un estacionamiento de motos. Con su relato fui descubriendo pasillos, baldosas, paredes que ya no están e imaginando cómo sería antiguamente, cómo se moverían los cuerpos en ese espacio, cómo sería la vida familiar. Sin duda, de todo lo que visité, fue la experiencia más hermosa. Los lugares son mucho más interesantes cuando uno se encuentra con su historia y comparte las emociones, recuerdos, sentimientos de las personas que los habitan o habitaron.
El estacionamiento de motos en la calle San Martín,
la antigua casa de mi amigo
 Luego me convertí en turista común y visité las casas históricas y los museos.


Museo histórico de la provincia, Nicolás Avellaneda
En la casa de la provincia, si van por la mañana, vayan a la biblioteca y busquen a Graciela. Tiene muy buena onda y le gusta orientar sobre las maravillas que tiene la ciudad para mostrar.

La plaza central

Patio de la casa histórica de Tucumán

Casa de Gobierno

A la ciudad recomiendo dedicarle como mucho dos días. Luego puede realizarse el circuito chico, que son lugares muy próximos a San Miguel, con una belleza de película.

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